sábado, 17 de diciembre de 2011

*Las alas del principio*

Hace semanas que no actualizo el blog. El retorno a clases de manera comprimida no me lo permite. Estaré en circunstancias como estas por lo menos un mes más, aproximadamente. Pero estaré.
Así que por ahora comparto un tema, "Las alas del principio", creado por el reconocido compositor japonés Motoi Sakuraba. Nótese que quien canta la canción, en italiano y con acentuación japonesa, es su propio hijo, que en ese momento aún tenía voz chillona. Supongo que debe haber crecido como todos los humanos ya. Disfruten la hermosa melodía del viento.


martes, 15 de noviembre de 2011

*Escuchando Möbius*

No tengo muy claro cómo definir el concepto "Möbius", pero según el contexto lírico de la canción podría referirse a la "corriente infinita". Imagina que tu existencia está destinada a reencontrarse con esa persona especial una y otra vez, cada cientos de miles de años, luego de cada término y origen del mundo. ¿Qué sentirías si fueses consciente que en tu nueva vida podrías volver a mirar fijamente a esa persona aún sabiendo que nuevamente presenciarían juntos el fin del mundo? Todo llega a su fin en algún momento. Se repite una ilusión y un momento, los instantes vagan eternamente por el círculo que les impide asentarse cada vez. Reencarnación. Es un reencontrarse para desfallecer. Un reencontrarse para separase. Un iniciar para no concluir. Es un volver a la vida para conocerte, recordarte, amarte y despedirte sin más mientras de pronto ya corremos juntos hacia el final irremediable. No te lo dije. No te viví. Pero no temeré. Dormiremos pacientes por encontrarnos. Tú y yo. Simplemente imagina la sensación...
Una de mis favoritas de Yasunori Mitsuda. La cantada más lograda.


En aquel momento de cálido gozo
10 billones de noches tiemblan.
No llores, el tiempo se encarga de todo
en este giro infinito del tiempo...

sábado, 12 de noviembre de 2011

*Oldnews: El primer asalto vikingo*

~ La tempestad divina en Lindisfarne[1] ~


“793: En este año aparecieron unos presagios terribles en Northumbria[2], que asustaron mucho a la gente. Consistían en inmensos torbellinos y relámpagos, y se vieron dragones llameantes volando por el aire. Aquellas señales fueron inmediatamente seguidas por una gran hambruna, y poco después, el 8 de junio del mismo año, los estragos de los hombres paganos destrozaron la iglesia de Dios en Lindisfarne, saqueando y matando”[3].

Las crónicas anglosajonas se refieren a una calamidad que dio inicio en los lindes del siglo VIII y que arrasó varias costas del mar del norte, logrando implantar en tierras boreales europeas un imaginario imbuido de supersticiones y fatales ideas que acogerían sin más las historias de esas aguas en los siglos venideros. Los escribas recordaron y registraron tales hechos con la inevitable pincelada fantástica y el espíritu inocente de la época, tal como lo plantea Pörtner. Quizás, presos del terror, fue realmente lo que proyectaron sus confundidas cabezas acerca del grave acontecimiento. O bien, fue por el simple ánimo de glorificar en escrito lo que cederían de ahí en adelante al futuro. De cualquier manera, incluso siendo esta última opción, el suceso fue digno de merecerse esa atención. Si fue tan terrible o no ha sido una interrogante ampliamente discutida, pero lo cierto es que desde la perspectiva cristiana occidental sí que se podría justificar aquello.
Eran los llamados hombres paganos por los cristianos, los piratas del norte, los nórdicos o vikingos, popularmente. Qué fue lo que ocurrió ese 8 de junio del 793 lo describiremos a continuación, pero no sin dejar en claro quiénes eran los protagonistas.
En cuanto a origen, los vikingos pertenecieron a los pueblos escandinavos, de los países nórdicos o del norte europeo, territorio que a nuestra fecha se identifica con Dinamarca, Noruega y Suecia principalmente. Los nórdicos descendieron de los pueblos germanos con los cuales compartieron en tiempos antiguos una lengua ancestral, la cual paulatinamente pudo diferenciarse en la medida que se ramificaba e internaba en distintas regiones del continente. Estos germanos del norte se establecieron en las costas del Mar Negro y del Mar Báltico alrededor del siglo VI a.C., pasando desapercibidos para griegos y siendo tardíamente conocidos por los romanos.
Ciertamente, hablar de la identidad concreta de los vikingos es muy complicado. Clements se refiere a ellos como “un grupo creado por las circunstancias, no por la sangre. No eran una raza, ni tenían ningún sentido de patriotismo o de ser vikingo”[4]. Más bien, un vikingo pudo haber sido considerado como “un comerciante escandinavo (danés, noruego, sueco y después, a partir más o menos del 900, islandés) particularmente dotado para el negocio y la navegación que debió de existir como tal mucho antes del siglo IX”[5]. No obstante, este intento por delimitar nacionalmente a los comerciantes del territorio es incompleto, pues se ha planteado que incluso galeses, escoceses y estonios llegaron a ser catalogados en su época como mercaderes vikingos del mar. No había cohesión. Respecto a esto, son bien conocidas en la historia escandinava las numerosas luchas de sucesión y conflictos entre los reinos por el dominio de la región y los mares. No puede hablarse de nación o unidad. Sí de ciertas circunstancias dentro de un territorio bien definido.
Vikingos, habrían sido entonces, los hábiles navegantes y mercaderes establecidos en la región de Escandinavia, principalmente, y en otros territorios vinculados al Báltico, por ejemplo, que adoptaron aquella práctica característica a lo largo de las rutas marítimas del norte de Europa. Desde el 900 aproximadamente, Islandia ya poblada se inserta efectivamente en el escenario.
Pero no todo el mundo escandinavo era comerciante, naturalmente. No todos eran vikingos. Estaban quienes se asentaban en sus tierras todo el año, quienes comerciaban o aventuraban por las aguas e incluso, claro está, quienes sembraron batallas en tierras lejanas. En cuanto a distinciones genéricas de los nórdicos, Boyer nos plantea que “conviene en efecto distinguir entre el danés, comerciante marrullero siempre a la cabeza en la problemática del modernismo de la época, que actúa preferentemente en grupos pequeños unidos por obligaciones constrictivas y colocados bajo la autoridad de un jefe, y el noruego, seguramente menos organizado, más tentado por la pura aventura y centrado en cimientos familiares o políticos, es decir, representados por el rey (konungr), que reina sobre el fondo de un fiordo o una porción de un valle. En cuanto al sueco, el más pacífico de todos, al parecer, es también el más comerciante”[6].
Los matices para identificar a un vikingo son varios. Sin embargo, para el caso de este escrito, a sabiendas del contenido discutido, nos daremos el lujo de denominar vikingos también a los personajes que protagonizaron el violento suceso que detallaremos, pese a no identificarse exactamente con los comerciantes referidos, por la sencilla razón de que será más cómodo para el lector que, ávido de los antecedentes aquí entregados, podrá alardear correctamente y sin dificultades sobre este breve y sencillo tema en la posteridad en el caso de que así lo requiera.
Hablaremos de los bélicos vikingos sin más.

*

Lindisfarne acogía uno de los santuarios más importantes de Inglaterra hacia el 793. Aquel 8 de junio una flota de vikingos, probablemente de las costas noruegas, se aproximó a la isla cerca de mediodía. Los monjes, enterados visualmente de aquel suceso en el horizonte, se despreocuparon y siguieron en sus labores. Quizás, pensaron, eran viajeros accidentados en alta mar en búsqueda de víveres y refugio necesarios. Los monjes no temían en absoluto. Pörtner aporta gran material al suceso: “Pero de súbito les vino el infierno encima. Los tripulantes de los barcos pusieron pie a tierra, y gritando espantosamente, al tiempo que blandían hachas y espadas, se precipitaron contra los indefensos monjes que les salían al encuentro llenos de confianza, los derribaron al suelo, “los asesinaron, se llevaron a algunos, arrastrándolos con cadenas, los despojaron de sus ropas y cubrieron de burlas ignominiosas y a más de uno ahogaron en el mar”. Tampoco los criados del monasterio se libraron de la carnicería. Incluso las mujeres fueron asesinadas o “conquistadas a filo de espada”[7]. Así comenzó aquel trágico festín cristiano.
“Ávidos de botín, los desconocidos guerreros robaron todo cuanto no estaba sujeto con pernos y clavos. Saquearon el tesoro de la iglesia, hollaron los lugares sagrados, derribaron los altares, destruyeron la biblioteca del monasterio, se apoderaron del contenido de bodegas y graneros, mataron en los pastos vacas y ovejas y prendieron fuego a todos los edificios.
Vociferantes y ebrios de triunfo, regresaron a sus barcos, que adornaban con mascarones en forma de dragón, y desaparecieron. Atrás sólo quedaban escombros humeantes, playas empapadas en sangre, una isla desierta: un lugar de horror y desolación”[8]. Nada menos ese día.
Tal como se planteó anteriormente, “al espantoso asalto (le) precedieron innumerables signos extraños e inquietantes. Terribles tormentas descargaron sobre la isla de San Cutberto, huracanes desatados arrancaron de cuajo árboles y arbustos, alados dragones de llameantes fauces volaron sobre la isla solitaria y, en tiempo de Cuaresma, cayó una lluvia de sangre sobre el tejado de la iglesia de San Pedro, en York”[9]. ¡Qué increíbles historias llenaron aquella fecha!
Y he aquí que el imaginario cristiano fue el más dañado. Nuevamente Pörtner nos ilumina en esto. “Para los cronistas eclesiásticos de aquel tiempo la explicación no podía ser más simple. Veían en los vikingos el azote de Dios; en sus asaltos, el castigo que Dios enviaba encolerizado por la vida pecaminosa de los hombres: una explicación adecuada a los tiempos y de índole espiritual, que sólo revela que el mundo cristiano se hallaba frente a las campañas de los vikingos como ante un fenómeno de la naturaleza, impotente y lleno de miedo; como ante un temblor de tierra o un maremoto, que la razón humana no acierta a comprender”[10]. Un horror, así, incontrarrestable.
Clements alumbra un posible motivo del por qué ese pesimismo exagerado que las letras de los cronistas de la época intentaron reflejar sobre los hombres del fresno. “Los vikingos no eran mucho más feroces que los otros pueblos que guerreaban por el control de Europa en esos años. Lo que los distinguía era que no tenían ningún escrúpulo en convertir en blancos a miembros del clero. Mientras que las ciudades y las aldeas disponían de muros defensivos, fuertes y milicias locales, los monasterios estaban particularmente expuestos e indefensos; sus ocupantes no esperaban que los atacaran y, por consiguiente, no podían oponer mucha resistencia”[11]. Los lugares más cercanos a Dios podían ser los refugios más seguros para guardar todo tipo de riquezas, pues eran intocables. Pero esta convicción no era así para los vikingos. No era su fe. Monjes o no, cabían todos en el mismo saco.
El suceso de Lindisfarne puede observarse plasmado en un relieve de piedra que seguramente fue construido en el lugar luego de la tragedia. Este suceso fue el primero registrado de muchos otros que le sucedieron de ahí en adelante. Las costas de los reinos anglosajones no volvieron a estar tranquilas dentro de los próximos tres siglos. Empero, no es descabellado pensar que el ataque a la abadía de Lindisfarne no fuese la primera relación real entre los vikingos y los anglosajones. Campbell dice que “es probable que los contactos entre Inglaterra y Escandinavia existieran desde mucho antes. Incluso en el período previkingo de los siglos VII y VIII, ciertas similitudes entre los estilos artísticos de Inglaterra y Escandinavia indican sin duda un grado de contacto a través del mar del Norte”[12]. Probablemente fuese la dinámica comercial la responsable de este contacto.
Naturalmente, los mercaderes escandinavos de pieles y ámbar pudieron conocer las tierras anglosajonas pacíficamente desde antes y, de hecho, es aceptable pensarlo si tomamos en cuenta que la realización de una travesía marítima como la de Lindisfarne no era sencilla en la época. Necesitaban conocer esas tierras, tener cierta familiaridad con ellas, y contar con asentamientos temporales en archipiélagos cercanos como las Hébridas. Los atacantes del norte conocían esas costas y mares en gran medida y sabían manejar sus rutas, seguramente. Reforzando esta idea, Clements dice que años antes del 793 ya habían registros que detallaban sucesos protagonizados por los nórdicos e incluso asesinatos iniciados por mercaderes ambulantes en las costas británicas.
“En 792, un año antes del ataque “sorpresa” a Lindisfarne, el rey mercio Offa ordenó la construcción de defensas costeras en el este de Inglaterra, una instrucción que difícilmente daría un rey que no espera un ataque”[13]. El peligro acechaba desde hace años ya antes del registro.
Los que fuesen mercaderes alguna vez levantaron hachas luego. La paz se volvió disputa. Pero ¿qué llevó a los vikingos a abalanzarse sobre las costas anglosajonas y europeas de ahí en adelante, continuamente, en lo que se ha llamado el estallido de la era vikinga? Hay varias teorías al respecto, como la sobrepoblación, pero ellas corresponden a barcos de otro gran horizonte.
Lo cierto es que el asalto a Lindisfarne marcó en las crónicas anglosajonas el inicio de la era de la plaga del norte. En los registros, Lindisfarne fue la mecha de un estallido inevitable e impactante.

*

~ Bibliografía ~

*Clements, Jonathan, Los vikingos: Los últimos paganos, Barcelona, España, Ediciones B.S.A., 2007.

*Boyer, Régis, La vida cotidiana de los vikingos, Palma de Mallorca, España, José de Olañeta, 2005.

*Pörtner, Rudolf, La saga de los vikingos, Barcelona, España, Editorial Juventud, 1990.

*Graham-Campbell, James, Los vikingos, Barcelona, España, Ediciones Folio, 2005.


[1] Lindisfarne es una isla mareal localizada al noreste de la costa inglesa, en la región de Northumberland, en donde se encuentran las ruinas de un monasterio cristiano. Lindisfarne es llamada también “Holy Island”.
[2] Northumbria hace referencia al reino anglo del mismo nombre que existió entre los siglos VI y IX al noreste de la gran isla, al “norte del río Humber”, antes de que el territorio se anexara al reino de Inglaterra en 829.
[3] James Graham-Campbell, Los Vikingos, Ediciones Folio, España, 2005, p. 122.
[4] Jonathan Clements, Los vikingos: Los últimos paganos, p. 31.
[5] Régis Boyer, La vida cotidiana de los vikingos, p. 21.
[6] Ibídem, p. 28.
[7] Rudolf Pörtner, La saga de los vikingos, p. 10.
[8] Ibídem, p. 11.
[9] Ibídem, p. 11.
[10] Ibídem, p. 16.
[11] Jonathan Clements, Óp., Cit., p. 74.
[12] James-Graham Campbell, Óp. Cit., p. 122.
[13] Jonathan Clements, Óp., Cit., p. 75.

*Charles Martinet en Chile*

Hoy, 11/11/11, en el Mall Plaza Vespucio se realizó un evento abierto en la Plaza Aires en donde Charles Martinet estaba dando autógrafos, regalando posters, firmando objetos y posando para fotos. El evento formaba parte de un evento mayor organizado dos días atrás por Nintendo en Chile para celebrar el próximo lanzamiento de Super Mario 3D Land (N3DS), Mario Kart 7 (N3DS) y The Legend of Zelda Skyward Sword (NWii). Muy agotador la fila que te llevaba hacia el "Súper Mario", pero la recompensa en general valía la pena. El tipo es muy simpático, dispuesto y paciente, muy paciente (estuvo desde antes de las 10:00 AM hasta las 9:00 PM disponible), algo que se agradece. Luego de cinco horas de espera, tuve la ansiada oportunidad de llevarme con pruebas un recuerdo como ese a mi casa.


Charles Martinet trabaja desde 1990 para Nintendo, siendo reconocido mayormente por ser la voz detrás de Mario, el personaje y franquicia principal de Nintendo, en comerciales, videojuegos, spots publicitarios y otras instancias varias. Pero además él es un actor, así que quizás lo haya visto en alguna película por ahí...
Saludos a todos los que asistieron y esperaron, y en especial al staff de Low Definition y Gamercafe con los cuales me topé, entre otros. Digan lo que digan, son referencias para mí dentro de este mundillo... 

domingo, 30 de octubre de 2011

*Pasatiempo*

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veterano
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra


Pasatiempo, en "Los inmortales y la muerte", de Mario Benedetti, quien dejó estas tierras en mayo del 2009, embarcándose en un viaje sin retorno hacia el inmenso océano. Este poema se lo leí a Jesús el viernes, en el peda, por la mañana, en los pastos, en una banca, solos, mientras conversábamos de la contingencia. Y otra cosa, antes que se me vaya. Solo quiero decir... gracias Claudia, gracias.

sábado, 29 de octubre de 2011

*Las malditas clases sociales*

Hace unos días atrás volvíamos del San Cristóbal con uno de mis hermanos. Íbamos camino a casa. Cansados por la jornada, avanzábamos silenciosos la mayor parte del trayecto, comentando una que otra cosa de repente. De juegos, del cumpleaños de mi mamá, del paisaje. Hasta que él, ya no recuerdo bien por qué, sacó el tema de las parejas, del tener o no dinero, de con quién debemos relacionarnos, del odio directo hacia los ricos. Complicado tema. Gran sorpresa, como pocas veces. Por eso lo escuché muy atento.
Tenía 17 o 18 años y estaba en los últimos cursos de la media en el Sotomayor, por ese tiempo un colegio de gran renombre en la comuna de Las Condes. En esos años vivíamos allá aún, en el sector medio-bajo. Una compañera de clases de mi hermano decía quererlo mucho. Ella era de plata. A mi hermano también le gustaba bastante, pero no tenía mucho dinero, sino lo justo y necesario. Mi familia rebosaba de humildad, cristianismo y ausencias. Mis padres y otras personas siempre le dijeron que no se involucrara con chicas como ella, pues él no tenía nada que ofrecerle a su altura. Que no era conveniente, que lo haría sufrir, que lo humillaría. Esas fueron sus palabras al menos, quizás distorsionadas, quizás fieles reflejos de un recuerdo.
Un día mi hermano decidió esperarla luego de que saliera de clases. Le había pedido la dirección de su casa con anterioridad, así que decidió hacerlo cerca de allí, de sorpresa. Había guardado valor. Iban a estar juntos. Era el día elegido y emprendió el viaje. Al llegar al barrio y buscar su casa, se dio cuenta del contraste del que le habían hablado. El golpe fue fuerte. Los consejos tocaron fondo. Parado frente a lo que le parecía una mansión lujosa, bajó su cabeza y a paso lento volvió, dejando la sorpresa abandonada y con ella la oportunidad de construir algo. No le importó razones ni emociones ni posibilidades. Simplemente se cegó frente a la cruel y cruda realidad.
Comenzó a guardar odio a los ricos. Aprendió más que nunca lo que era ser rico y pobre. Aprendió que él nació en una familia que nunca sería como la de ella. Eso es lo que le enseñaron.
Al tiempo la chica se le acercó. Le dijo que quería estar junto a él. Que lo quería mucho, que no le importaba nada más, nadie más. Le daba lo mismo dejar todo por estar juntos, pues lo quería tal como era. Tal cual, sin más ni menos. Increíble. Lo otro no era más importante. Mi hermano la rechazó, diciéndole que se olvidara de él y que buscara a alguien que valiera la pena, a su altura, de su clase, que él no le ofrecería grandes cosas, que no tenía dinero para una casa y un auto siquiera. Prácticamente, le dio a entender que ella estaba ilusionada con un detalle irónico imposible. Era solo un capricho. Ella lloró frente a él. Él no dijo nada más. Todo quedó en nada. No se volvieron a ver más. La ilusión se manchó...

Malditas clases sociales.



De eso me hablaba mi hermano cuando volvíamos del cerro, cansados. No me mostré impresionado, pese a que lo estaba. Sé que es un recuerdo que acarrea hasta hoy en día, uno no superado, uno que le marca los pasos cada vez que se acerca o afronta con esa clase de personas. ¿Clase de personas? Qué estupidez. Pero es lo que muchos han construido, lo que muchos nos hacen creer y lo que muchos reproducen sin más...
Ahora mi hermano piensa que ella está casada, tiene cuatro hijos y vive con un tipo con dinero al igual que ella, con autos, con casas, con lujos como nunca, con viajes al extranjero. Pero ¿y si no fue así? ¿Y si ella no era como él pensó que sería? ¿Y si ella hubiese sido capaz de quebrar el círculo vicioso socio-cultural?

viernes, 28 de octubre de 2011

*Encuentra tu camino*

Música independiente que vale la pena. "Find your way", de Pablo Blaqk, una trova mágica e inocente. Recomiendo acompañar con el vídeo.

sábado, 22 de octubre de 2011

*Trozos: Romeo x Julieta*

En el lecho de muerte de su amada Julieta, Romeo la abraza y pronuncia sus últimas palabras.

"ROMEO. - (...) ¡Ah! ¡Julieta querida! ¿Por qué eres tan bella todavía? ¿Hay que creer que el soberano de las sombras, el rey de la nada, se ha prendado de tu belleza, y por eso no ha querido destruirla, y que el monstruo te guarda aquí en estas cavernas sombrías, reservándote para su deleite? Temo que sea así, y por eso vengo a hablar junto a ti. Jamás abandonaré este antro oscuro donde tú reposas. Aquí permaneceré haciendo compañía a los huéspedes de los sepulcros, a los servidores de la muerte, y cuidando de que los gusanos no profanen tu cuerpo. (Se sienta junto a Julieta.) He aquí el sitio que elijo para un descanso que no será turbado ya nunca. ¡Adiós, cuerpo frágil, despojo mortal que este mundo ha lacerado! ¡Voy a sacudir tu yugo y el de un destino que me ha perseguido siempre! ¡Ojos míos, lanzad la última mirada! ¡Un abrazo aun, el último! ¡Labios míos!, ¡ya no respiraréis más el ambiente de la vida! ¡Sellad con el último beso de amor y de fidelidad el pacto sin fin que me entrega a una eternidad sin límite! (Lleva a sus labios el veneno que tienen en un frasco.) ¡Ven aquí tú, guía fatal y seguro, amargo refugio! ¡Ven acá, piloto de la desesperación, y haz pedazos contra este último escollo mi barco, cansado ya de luchar con las olas de la vida! (Bebe el veneno.) ¡Voy a ti, Julieta mía! ¡El viejo mercader no me engañó!... Este veneno obra prontamente. (Estrecha a Julieta entre sus brazos.) ¡Un beso aún, el beso de la muerte! (Expira teniendo abrazada a Julieta.)"



Luego de la despedida de Romeo, Julieta despierta de su largo sueño y ve a su amor sin vida junto a ella, y en un acto desesperado de amor eterno e imposible, Julieta toma la daga de su amado y la clava profunda en su pecho, acompañando así a su esposo en aquella noche eterna. El infame destino terminó engañando cruelmente al aliento de ambos. Sus ojos ya no veían. Sus ojos ya no sentirían ya más...

PS: La canción se llama "Goodbye, yesterday" y es el segundo tema de cierre de la animación japonesa inspirada en la obra dramática de Shakespeare, Romeo x Juliet.

viernes, 21 de octubre de 2011

*En el club (parte II)*

Van a ser casi las 21:30 hrs. y ya el club parece vacío. Salgo a las 23 hrs. Solo los últimos fantasmas pasan a mi lado y se despiden, cariñosos algunos e indeferentes otros. No puedo escaparme antes, tengo que cerrar y checkear todo, ventanas, baños, puertas. Así a que a esperar solamente. Pero está agradable la noche. Hoy no llegaré a mi casa, pues me iré a la de mi hermano por acá cerca. Pensar que tendré que caminar de noche por estos barrios tan tranquilos y ausentes de autos y transeúntes igual me emociona. Me gusta la ciudad de noche, iluminada y solitaria. Ese panorama, esa escena urbana, siempre me ha atraído. Si a eso le agrego buena música... se vuelve genial. Caminar sin escuchar tus pasos, sino el bum bom de la melodía, es un regalo que pretendo no perder siempre que puedo. Aunque si lo pienso bien, ese gusto no es solo por la ciudad nocturna, sino por toda escenografía que hable de ausencias, silencios, lucecillas y un largo caminar y caminar e imaginar. A veces las lucecillas pueden ser las estrellas. Esta vez, serán los focos de los postes. Incluso me sabe mucho mejor si hago esto acompañado de amigos, hablando tonteras o cantando algo, perdidos en la noche. Aún me queda tiempo para aventurarme y pensar en qué convertiré mi travesía... y las que vendrán posteriormente, solo o acompañado. Viva la noche. Viva la nocturna sensación.

jueves, 20 de octubre de 2011

*La Frontera al oeste (II visión)*

El teléfono me sobresaltó. Pero pude volver al sueño.

Marchábamos en una hilera sin vacíos al costado de una gran fortaleza hacia el norte, cantando, bailando, conversando, con carcajadas y saltos y gritos y globos, colores, papeles y disfraces. Y en el fondo de todas las flores y silbatos, las armas negras esperaban gritar rabiosas también esa noche. No todos las portaban, pero todos querían poner fin a esto. Estábamos preparados esta vez y no dejaríamos que desarmaran nuestros pasos.
Muy pronto todo oscureció. Las luces de la gran torre en la lejanía exaltaron la violencia que arremetía contra nosotros nuevamente, pero esta vez más cruda. Era una venganza fría. Distintos grupos se enfrascaron contra los invasores, mientras otros escaparon para reagruparse frente a las bajas. El resto continuaba adelante sumisos aún al andar, como yo. Primaba la acción focalizada en sectores, no dispersa, y eso ayudaba. Se retenía a las bestias en cada lugar en que aparecían. No podían expandirse. No podían tener descansos. Ni ellos, ni nosotros. Así fue como lo planeamos.

Bang, los balazos y las caídas, de uno y otro lado…

Me separé del Ratón en el momento en que la caballería y los acorazados se acercaron mucho a nosotros, dividiéndonos, lanzando agua, gases y disparando. Me tapé la cara. Las bombas ya se podían oír, cercanas, lejanas, en algún lugar. No tardarían mucho en aparecer a mí alrededor y radicalizar el escenario de furias del que ya era parte. Escapé, intentando respirar, mientras con un grueso palo daba un batazo a una de las manchas negras que intentaba succionarme. Entremedio de todo, creí escuchar a mi hermano que me decía que entráramos a la fortaleza. Era muy pronto para hacerlo. Eso significaba que la defensa había tambaleado antes de lo previsto. Pero eso ya no importaba. Teníamos que huir. Tanteamos uno de los accesos móviles de la fortaleza y entramos con dificultad en el refugio. Respiramos tranquilos.
Los accesos eran puertas abiertas, angostos, pero múltiples y continuos a lo largo de toda la fortaleza que nos acompañaba en la travesía. Parecía como si la fortaleza caminara con nosotros. Era extensa. Sus murallas externas se desplazaban en torno a la estructura central en todo momento, dejando al descubierto intermitentemente a decenas de accesos que, luego de un par de segundos, eran cubiertos con la hilera de murallas móviles nuevamente. Eran solo parpadeos. Había que ganarlos, había que dominarlos. Estábamos preparados. Conocíamos nuestros equipos. Estando ya dentro de ellos, se procedía a activar la cubierta de acero que terminaba por aislar por completo a los refugiados de la amenaza externa. Así lo hicimos. Detrás del acero, detrás de los muros, dentro de la estructura. Desaparecimos de la vista de los invasores y de la muerte. Estábamos seguros, más allá, en la fortaleza central, en los lindes de la mismísima Frontera. La fortaleza era el bastión más sólido de defensa que habíamos construido al este de nuestro refugio.


La fortaleza de la Frontera era nuestra. Las fuerzas enemigas no podían hacer uso de sus accesos por el simple riesgo de dispersión y disminución de la efectividad grupal táctica. No conocían su funcionamiento y su movilidad los asustaba como los caballos españoles alguna vez a los indígenas del territorio. De llegar a ingresar, no sabrían hacia dónde dirigirse ni cómo orientarse estando allí. Y no los dejaríamos conocer ni dominar todo esto…
Despabilé. Éramos cuatro dentro. Mi hermano, dos amigos y yo. Teníamos que replantear lo que íbamos a hacer de ahora en adelante. Afuera, se escuchaba la guerra. Mientras, seguíamos en movimiento. El refugio descendía y nos llevaba a los pisos inferiores de la estructura central, desde donde podríamos salir hacia la zona este de La Frontera y descansar, reagruparnos y retomar luego nuestro camino ascendente, subiendo escaleras y atravesando calles internas en penumbra, preparando la siguiente acción junto a todo quien se uniera a la pausa rebelde. La noche estaba profunda. El silencio decía mucho. Miedos, heridas, gritos.
Nos detuvimos en el sexto piso y estación de refugio. Miré hacia arriba. Vi cientos de personas salir de la fortaleza móvil hacia el interior, alarmados, tosiendo, sangrando. Pero pensé que eran aún miles y miles fuera, manteniéndose allí, fuertes. ¿Qué estaría pasando? ¿Cómo estaría todo? La violencia detrás resonaba en las altas paredes.
El Ratón había cambiado, al igual que el resto. Recordaba su mirada. Y recordé de pronto que hace solo minutos atrás, justo antes de la dispersión, justo antes de los disparos, cuando estaban mis pies junto a sus pies, tomó mi mano como despidiéndose de mí, como cada vez que finalizábamos una jornada. El Ratón se despidió de mí ligeramente, disculpándose con una sonrisa, y luego huyó. Corrió hacia el lado opuesto al mío, antes que pudiera darme cuenta del gran detalle ausente. Luego fue cuando me tapé la cara.
Mi hermano me miró. ¿Qué haríamos? Sus ojos preguntaban. No lo sabía. La noche sería larga. Al igual que este frío ascenso que debíamos completar siguiendo lo planeado, nada más ni nada menos. El día avanzaría.
Un sobresalto sonoro. Una bomba quizás, al otro lado de los altos murallones. Abrí los ojos algo confundido, queriendo regresar donde estaban todos. Pero me di cuenta que ya no podría hacerlo. Sonaba el teléfono otra vez. Me había despertado. Me destapé, me levanté, caminé hacia el living y me detuve cuando me di cuenta que el ruido se había detenido. Qué desperdicio. Quieto, refregándome el ojo derecho, me preguntaba qué iba a pasar con el movimiento, con el país, con los esperados cambios que aún no se han asomado. Volví a la cama y me tumbé en ella.
*
Hoy, escribiendo este sueño, aún me lo pregunto. Dejaré el lápiz ahora y me iré a dormir, ansiando regresar a ese lugar en donde dejé marcharse a un amigo sin siquiera despedirlo con el cálido abrazo de siempre, de cada día, de cada encuentro. Mientras queden mañanas, habrá también noches. Y me asaltarán los sueños nuevamente, revolviéndose junto a mí, inquietos. Y podría apostar a que volveré a tener una oportunidad de despedirte, victoriosos. Así será. Adiós Ratón…

miércoles, 19 de octubre de 2011

*La última historia: el vuelo*

La canción es llamada Toberu Mono, por su título en japonés. Corresponde a uno de los temas principales de The Last Story, un vídeojuego RPG de acción lanzado este año para Nintendo Wii en Japón. La primera vez que la escuché la encontré gloriosa. Un gusto para el oído. Viene de la mano del mismísimo Nobuo Uematsu, el mítico compositor musical tras la saga Final Fantasy hasta hace un tiempo atrás. Vale la pena. Mientras, sigamos invocando la llegada del juego a estas tierras. Toberu Mono instrumental, The Last Story.



martes, 18 de octubre de 2011

*La Frontera al oeste (I visión)*

Hoy tuve un largo sueño.

Como cualquier domingo pasado las cuatro de la tarde me encontraba saliendo nuevamente del Club Providencia. La jornada había terminado sin novedades. Como de costumbre volvía solo, pero esta vez no a casa. Tenía un compromiso, uno de muchos y no quería privarme de una instancia capital como esa. Allá me esperaban hoy, para caminar juntos.
Tomé el metro, luego una micro y descendí al llegar al amplio lugar de cerros y firmamento. Comencé a caminar hacia el punto convenido, observando lo llamativo de las casas por la ausencia de edificios. Podía ver muy de cerca las montañas. Estaba limpio allí. La invasión parecía no ser tan concentrada como en el centro. Avancé tarareando y pateando algunas piedras.
Hacía mucho calor. Transité hacia el sur por una vereda de tierra y pasto, angosta, en lo que parecía ser uno de los territorios esquinas de la ciudad. Tablas destrozadas, charcos de lodo y el envoltorio de un caprichoso tentempié achicharrado por el Sol revolvían mí alrededor, sin cuidado. Las calles callaban la escasez de automóviles, pareciendo que solo yo caminaba por allí. Las pobres casas en frente estaban igual de silenciosas, como vacías. A mi costado, un interminable muro acompañaba mi trayecto, enorme, como una barrera guardando un vasto horizonte de pastizales. Graffitis, murales y frases me entretenían de cuando en cuando y la apacibilidad inusitada del lugar me provocaba somnolencia. Bostezando, la brisa me invitaba a seguir adelante. Y yo, continué pateando piedras sin pensar en mucho.



Llegué a un gran portón de madera, algo inestable y roñoso, casi al final de la interminable muralla. Estaba sin seguro, solo con una gruesa cadena que envolvía el pestillo. La saqué con cuidado, abrí, entré y la volví a dejar como antes. Estaba dentro. Ante mi se abría un gran terreno. No podría aproximar sus dimensiones, pero allí había numerosas casas apelotonadas como nunca y efectivamente se lograba ver más allá de todo empalme, al fondo, las largas hierbas aledañas. Una sobre otra, una al lado de otra, una enfrente y tras de otra. Muchas, desordenadas. De hasta tres pisos eran, sencillas, sin mucha sobrecarga, de tablas y cemento, algo desarmadas. Y en el centro de todo aquello distinguía una intachable alameda de tierra, el corredor principal. Las edificaciones se abrían hacia sus costados. El lugar era un barrio cercado y popular, una zona residencial aislada y periférica, el ghetto de la ciudadanía rebelde que ya no se contentaba con el siglo XXI y sus principios. Era el punto geográfico estratégico, el nervio de las ideas coordinadas. Era el núcleo de la certidumbre social conocida en el bajo pueblo como La frontera.
Avancé y ya podía escucharlos. Se percibía el fervor de todos. Atento a la cháchara, supe que la discusión general ya había terminado y que quedaba solo una hora para las resoluciones. Me adentré y pude visualizar a lo lejos al Ratón y al resto en un tercer piso. Me vieron. Les señalé que subiría en un instante. Lo primero es lo primero. Debía pasar al baño y entremedio del tráfico, el griterío y los saludos pregunté por uno y me indicaron la entrada a una de las casuchas cercanas, en un primer piso. Entré. Era amplio. Algo opaco sí. Su apariencia, como todo aquí, era sencilla, con lo necesario, sin lujo alguno. Era un baño después de todo. Me acomodé en una de las cabinas en medio de la hilera y comencé a orinar. Estaba solo. Qué relajo. Mientras lo hacía, despreocupado, un tipo se me acercó a un costado y me habló. Conversamos. Me tensé un poco. Resulta que las cabinas tenían casi nada de cabinas, pues precariamente no eran cerradas y se podía ver a tu vecino completamente al lado. Me sentí invadido, pero me resistí a quebrar ese gesto de libertad, costumbre y conformidad que estaba de moda entre nosotros. Solamente me resigné a cooperar con el vaivén de palabras, intentando no perder el blanco. Apuré la orina. Todo en pocos segundos. Luego me sequé, me cerré y al salir, el tipo me acompañó al tercer piso del grupo B, donde estaba el Ratón. Gracias, dije, y subí.
Llegué arriba. Saludos, abrazos, palabras. Qué sorpresa. Todos parecían distintos, incluso el Ratón. Es como si en sus ojos resplandeciese la particularidad de este momento único. Creo que no olvidaré jamás el detalle. Nos acomodamos, comimos algo, discutimos y descansamos.
Desde allí la ciudad lucía diferente. La perspectiva me atraía. Tendido en una de las camas de lo que parecía ser una sola gran habitación multifuncional, miraba el ventanal sucio que se esforzaba por mostrarme el bello atardecer y la torre a lo lejos, que se alzaba como siempre en el horizonte. Me pregunté si alguna vez esta podría ser empequeñecida más y más, hasta desaparecer el mismo núcleo generador de desgracias. Ese día de seguro estaría alegre, pues sería el germen de la excepción más grande hasta ahora ausente: un cambio.

martes, 11 de octubre de 2011

*Un día (no) como todos, aquí*

Hoy es mi cumpleaños. Mucho tiempo atrás hubiese dicho lo mismo de siempre: "No me gustan los cumpleaños. Son días como cualquier otro, en donde nada cambia, en donde todo sigue igual". Pero actualmente es distinto y quiero que sea distinto. Quiero volverlo especial. La vida es para eso. Es por eso que quiero partir regalándome una sensación hermosa. Un regalo de mí para mí, íntimo, que me haga enamorarme más de la vida, que me permita seguir aferrado a ella. Que me alegre el día. Y aquí lo comparto. Ya celebré con mi familia. Vendrá pronto una con mis amigos. Y desde ya, una cita de amor conmigo mismo.


Una sensación. La melodía es del maestro Joe Hisaishi, compuesta para la película El verano de Kikujiro. Siempre, en lo personal, puedo sacar grandes momentos de la melancolía. ¡Saludos en este cumpleaños!
PS: Una vez la Belén me dijo que la lluvia era un elemento recurrente en mis escritos. Quizás tenga razón. Quizás sea porque amo la lluvia. Quizás porque aprendí a amarla desde chico.

martes, 27 de septiembre de 2011

*Soy un Extraño Camaleón*

Quiero ser tu caballero...
Vamos a buscar un lugar donde podamos cambiarnos
y parecernos a alguien más.
Quiero ser tu caballero...
Intentemos encontrar un bosque que nos oculte
para no salir lastimados.
Nadarás conmigo en un sucio río, con un sucio yo.
Tú eres, realmente, muy... hermosa.
Flotando y hundiéndonos, pienso en esto luego de haber llegado al otro lado.
Incluso ahora. Siempre lo hago...


Me gusta estar contigo y odio casi todo lo demás.
No puedo mezclarme con los colores del entorno.
Qué fracaso de camaleón.
Quiero cantar una agradable canción,
y solo necesito el aplauso de una persona.
Y esa persona eres tú.


Quiero ser tu caballero...
Mi cola que no ha caído bien
está toda espinosa.
Quiero ser tu caballero...
No puedes aliviar los rasguños.
¡No! Pues no sanarán.
Apuesto a que dentro de poco mi aliento desaparecerá,
aunque tratemos de fundirnos en alguna línea insustancial.
Es como si estuviéramos viviendo un preludio interminable, dices.
Y luego nos reímos, como si ya estuviésemos muertos...


Aún cuando todo sea una mentira para aparentar estar bien,
e incluso si el gato que se acostumbró a ti
termina siendo sólo un hambriento,
y todo no es más que una simple ilusión
que se desvanecerá con un chasquido...
la palma de tu mano aún permanece cálida.


Fuimos valientes y nuestra generación bailaba alrededor,
y la página que gastamos juntos
fue rasgada y llevada por el viento,
y simplemente se volverá un fósil sin valor en la historia.
Pero aún así estoy agradecido de haberte conocido.
Bye-bye, soy un extraño camaleón...


Strange Chameleon de The Pillows. Creo que es el tema que más me gusta de ellos, el que más me conmueve, el que más canto. Será su historia. Será mi historia. Quizás me trae recuerdos de cuando aún no cambiaba mi persona, hace años, antes de aquella vez, antes de conocerla a ella, cuando aún parecía ser un extraño camaleón rodeado de personas con las cuales no podía mezclarme. Luego aprendí a sonreír.
La traducción es aproximada. No sé japonés, así que me apoyé en traducciones desde el inglés. Bye!

lunes, 26 de septiembre de 2011

*¿Has visto un hada?*

Nos referimos con hadas a los elfos principalmente. En un sentido popular, estamos hablando de duendes, gnomos y cosas por el estilo.  Para ver un hada, según Lewis Carroll:
"En primer lugar debe ser un día de calor. Se puede estar somnoliento, pero no demasiado, porque se deben tener los ojos bien abiertos. Y como dicen en Escocia, 'Sentirse un poco hádicos'. Los grillos no deben oírse. Se ven a las horas del crepúsculo, o a medianoche. Se las debe mirar fijamente, sin pestañear. Un hada sola puede ser vista entre dos parpadeos. El lugar debe estar bien barrido y el fuego calmo".

El fragmento fue sacado del libro "Dioses Celtas", de Vivian Fields, que me compré hoy como autoregalo de mi cumpleaños próximo. He leído poco. Pero bueno... sueño con ver un hada. ¿Has visto un hada?

lunes, 19 de septiembre de 2011

*La Rebelión Encapuchada*

En cada ocasión que los estudiantes y las organizaciones populares se movilizan en el espacio público, los medios de comunicación al servicio de las clases dominantes chillan al unísono: ¡Violencia! Se suceden las imágenes de jóvenes encapuchados que levantan barricadas, arrojan piedras sobre la fuerza pública y destruyen parte del equipamiento urbano. Los conductores de televisión, los reporteros en la calle y una variada gama de opinólogos condenan rápidamente los hechos. Se suceden sin ningún rigor conceptual anatemas tales como: “Violentistas”, “terroristas”, “anarquistas”, “lumpen”, “delincuentes”, etc. Pero nadie, no obstante, se ha preocupado de analizar de manera rigurosa las causas que precipitan la comisión de los actos violentos y mucho menos se ha intentado explicar el profundo trasfondo político que subyace a este tipo de protesta.
Quienes protagonizan este tipo de manifestaciones son personas (mayoritariamente jóvenes populares), profundamente molestas con el sistema de dominación de clase existente actualmente en el país. Están molestos con el modelo económico que los explota a ellos, a sus hermanos o sus padres; están molestos con la estructura inequitativa de la sociedad que condena a una parte importante de la población a la miseria o al endeudamiento crónico; están molestos con la represión policial, que golpea cotidianamente sus poblaciones; están molestos con el imaginario simbólico que recrea un mundo de fantasía que sólo se encuentra disponible para unos pocos privilegiados. Existe un largo acumulado de tensiones, frustraciones y desencantos que se han venido acentuando y que, hoy día, en el marco de las movilizaciones sociales (estudiantiles, medioambientales, indígenas y recientemente de trabajadores), se expresan como rebeldía popular.
Se trata de una rebelión espontánea, en la cual no se visibiliza con claridad ningún tipo de centralidad ideológica. No, a lo menos, como se observó en América Latina y Chile entre las décadas de 1960 y 1980. Tampoco se pude negar la existencia de organizaciones sociales y políticas que se reconocen en núcleos ideológicos, como el anarquismo o el marxismo, que participan activamente en los enfrentamientos callejeros. Pero, a mi juicio, estas organizaciones no poseen hoy día un control efectivo sobre dicho enfrentamiento. Es más, una parte de las acciones violentas que se han podido observar recientemente carecen de conducción política y de orientación ideológica: Por ejemplo, los ataques a pequeños establecimientos comerciales y el saqueo de colegios en la periferia urbana. No obstante, en estas acciones, así como en los ataques contra los grandes supermercados, las cadenas de farmacias, las instituciones financieras o los centros comerciales, existe un denominador común: La rabia. De ahí que estas acciones continúen expresando el profundo descontento social que la inequidad ha venido construyendo.
Es más, la espontaneidad de las acciones violentas remite, incluso, a la forma escasamente estructurada que poseen los ataques contra los dispositivos represivos del Estado. La masa arremete contra carabineros sin planificación operativa alguna y, normalmente, armada sólo con los recursos que provee el medio urbano (piedras y adoquines). Por lo mismo, se puede caracterizar como una violencia de baja intensidad. Particularmente si la ponemos en relación con los conflictos sociales y políticos que se viven actualmente en Colombia, México o Brasil.


Cabe señalar que este tipo de manifestaciones no son en absoluto novedosas. Por el contrario, a partir de la segunda mitad del siglo XIX se hicieron particularmente recurrentes. Cada vez que se producía una crisis económica que afectaba a la subsistencia de las clases populares o en cada oportunidad en que la legitimidad del régimen político experimentó un importante grado de deterioro, la furia popular irrumpió en el espacio público. Sólo por mencionar algunos hitos emblemáticos podemos referir, el motín de los tranvías de 1888, la huelga de la carne de 1905, el motín urbano de abril de 1957 y las protestas populares contra la Dictadura Militar del ciclo 1983-1987. En todas esas ocasiones, y en muchas más que podríamos enumerar, los manifestantes saquearon o intentaron saquear los establecimientos comerciales de la burguesía, atacaron tanto la sede de gobierno como los palacios señoriales en los cuales se regocijaba y ostentaba impúdicamente su riqueza la oligarquía, se enfrentaron con las fuerzas represivas del Estado y destruyeron parte del equipamiento u ornamentación pública. En todas esas oportunidades, además, la represión, al igual que hoy, actuó con particular saña y alevosía. Es importante señalar que en este tipo de manifestaciones siempre los muertos se encuentran en las filas de los que protestan; no de quienes reprimen. Por el contrario, quienes históricamente han masacrado al pueblo han recibió premios y ascensos; como fue el caso de Roberto Silva Renard, el general responsable de la matanza de la Escuela Domingo Santa María de Iquique en 1907. Mientras que hoy día los crímenes alevosos, como el de Manuel Gutiérrez, son calificados como “violencia innecesaria causando la muerte”, lo cual supone para el criminal, en el peor de los casos, una condena de tres años de prisión.
En el contexto de esta asimetría de fuerzas y de recursos los medios de comunicación al servicio de la burguesía cumplen la tarea de criminalizar la protesta popular. Pero lo que sucede hoy día con los medios de comunicación no es muy diferente de lo que ocurría a comienzos del siglo XX, en el contexto de la emergencia de la llamada “cuestión social”. Efectivamente, las protestas obreras, que demandaban mejores condiciones laborales y de vida, no sólo eran violentamente reprimidas; también eran criminalizadas. Quienes protestaban eran “enemigos de la patria, de la propiedad y de la religión”. Hoy, como ayer, existe un control monopólico sobre los principales medios de comunicación; tanto impresos (El Mercurio y COPESA), como en radio y televisión. Ello hace que la línea editorial referida a la conflictividad social se uniforme: Las demandas son “desmedidas”, los estudiantes son “intransigentes”, las propuestas están “ideologizadas”, etc. Luego, ante la imposibilidad de invisibilizar la protesta, se instala el discurso homogenizador en torno a las formas correctas de movilizarse: Lo lúdico, lo festivo, lo carnavalesco. Y, de la misma manera, se encuadra el “sentido” de la manifestación: Que sea autorizada, que se desarrolle donde las autoridades quieren, que programáticamente se ajuste a lo que el sistema puede ofrecer y que se autoregule en su trayectoria y desarrollo. En consecuencia, toda manifestación que rompa con las “formas políticamente correctas de expresarse” es rápidamente anatemizada y criminalizada. No obstante, lo que más llama la atención es esta verdadera ausencia de profesionalismo o rigor de los periodistas adscritos a estas cadenas, que no sólo no hacen su pega, sino que se convierten más bien en espurios portavoces del gobierno o de los patrones. A ese efecto habría que destacar que situaciones de violencia “estructural”, como la desigual distribución de la riqueza, la explotación laboral, la expoliación comercial de las grandes cadenas de retail o la usurpación y represión de que han sido objeto históricamente los mapuche, o no concitan el interés periodístico o son rotuladas con eufemismos. Por ejemplo, estos medios jamás han hablado en el caso de Manuel Gutiérrez de asesinato o de alevosía. Se han referido a su deceso como “la muerte del joven poblador”; como si se hubiese muerto en su cama de causas naturales. Pero si han enfatizado en el arrepentimiento que habría mostrado el carabinero que lo mató. Estas violencias estructurales son, sin lugar a dudas, un factor clave en el desencadenamiento de las violencias reactivas que protagonizan los jóvenes populares.
Otro aspecto particularmente preocupante es la configuración de un escenario de enfrentamiento “horizontal” entre quienes participan de las manifestaciones populares. Al respecto creo que es necesario considerar dos situaciones. Por una parte, se puede observar un importante grado (de) segmentación social entre quienes protestan. Efectivamente, una parte de los estudiantes adscritos a las carreras profesionales aparentemente más exitosas (medicina, ingenierías, derecho, etc.), provienen de estratos socioeconómicos más acomodados o dotados de un mayor “capital cultural”. Estos estudiantes universitarios se refieren a los jóvenes no universitarios (secundarios y subocupados), como: “flaites”, “sopaipillas”, “lumpen”, etc., reproduciendo, de esta forma, el discurso estigmatizador y criminalizador del gobierno y los patrones. Luego, encuadrados en el discurso de la “manifestación políticamente correcta”, se pueden llegar a convertir en delatores (cuando señalan a sus compañeros a la policía), o en agentes directos de la represión (cuando detienen y entregan a la misma policía a estos compañeros). Hay mucha irresponsabilidad en el gobierno, en los medios de comunicación e incluso entre algunos dirigentes sociales, cuando impelen a estas personas a enfrentarse con los manifestantes encapuchados. El día de mañana si se llega a producir un enfrentamiento fatal la responsabilidad política estará entre quienes incitan al conflicto fratricida.
Otra línea de interpretación remite a los dos fundamentos constitutivos de la sociedad de clase en Chile: El orden público y la propiedad. Si debemos reconocerle un mérito a la oligarquía primero y la burguesía después, fue haber elevado estos dos principios a la condición de valores naturales; alcanzado incluso un importante nivel de transversalización social. Muchos creen, hoy día, que tienen algo que perder: Un auto, un pequeño negocio, la casa. Y lo meritorio del sistema fue haber instalado en este sector de la sociedad que la amenaza la constituye el “otro” desprovisto o precarizado. De aquí surge el viejo y reiterado discurso fascistoide de la “mano dura”. Cualquier amenaza a la propiedad deviene en amenaza al orden público. En consecuencia el recurso a la represión se valida ampliamente.
En este contexto la violencia encapuchada se convierte, también, en una rebelión simbólica y cultural. Es la rebelión contra todas las formas inveteradas que ha asumido la subordinación; es el rechazo al “mandé patrón”, “como usted diga jefe”, “perdone mi cabo”. El encapuchamiento rompe con toda forma de subordinación y en cuanto ruptura constituye una disonancia no sólo para el Estado y los patrones, sino que, también, para quienes han internalizado el discurso oficial. No obstante encapucharse es un acto político, en cuanto expresa la voluntad de rebelión frente a las condiciones estructurales de la violencia (económica, social y política) y, por otro lado, es un gesto de desafío frente a la pusilanimidad con la cual se ha hecho política en Chile.

Dr. Igor Goicovic.
Académico de la Universidad de Santiago de Chile.
Director del Magister en Historia de la Usach.

domingo, 18 de septiembre de 2011

*El súper extranjero del club*

No son las tres de la tarde y ya me quiero ir de aquí. Pero aún me queda un poco más de una hora para despedirme del Club Providencia por hoy, para mañana volver a verlo. Lástima. Ha sido un día aburrido. Con pocas novedades, ando algo somnoliento y hambriento, sin ganas de tomar el libro o la DSi. Me he dedicado simplemente a revisar y leer páginas webs aceptadas dentro del filtro del club, como twitter y blogger. Así, me he enterado de las últimas noticias comentadas en la red shuper social y he leído algunos escritos de la domi, el pipo y la marc, e incluso releído algunos míos. Vaya... leí también La Tercera, que es el diario oficial del club (saquen conclusiones de ello, aunque algo ha cambiado, pues ahora aceptaron revisar la página de la Bío-bío). Pese a no tomar el libro, igual leí harto.
Pensé que iba a venir casi nada de gente al fitness, pero vinieron como en cualquier domingo. Supongo que era verdad aquella frase que me dijo uno de los socios alguna vez: "son pocos los verdaderos deportistas que venimos siempre al club, pese a todo". Un acierto aparentemente. En Providencia se viene al club deportivo aún en dieciocho de septiembre. Mira tu. ¿Sería igual en cualquier comuna? ¿O será una característica exclusiva del estrato socio-económico high? En fin, no ambiciono tener demasiado dinero como para transformar mi estilo de vida y saberlo algún día. Si alguien sabe, que me cuente.
Ahhh, y un detalle. Acá cada vez que hago favores a la jefa o a algunos socios me responden dándome las gracias acompañadas de una sencilla pero toptop palabra: ¡Súper! ¿Alguien puede decirme si esto es parte de una nueva moda o bien es una jerga de otro mundo? Me parece curioso, algo bobo, e interesante. Pero creo que me inclinaría por la idea de que efectivamente yo soy un extranjero aquí, de otro mundo, pues es el único lugar en donde he escuchado, y en donde sigo escuchando cada fin de semana, esa bendita palabra socialmente esclarecedora. Súper. "¡Súper! Qué choro esto, ¿cachai? ¿Cierto?"
Comienza el conteo regresivo de la última hora de trabajo en este grandioso mundo...

*Trozos: Le Petit Prince"

Antes de que el principito se despidiera de su amigo, el piloto de avión, e incluso antes de que su amigo aviador viera las lágrimas en el rostro del hombrecito aquel día, este le habló y le dejó un regalo como ningún otro. Fue antes de que la vida del pequeño príncipe se desplomara suavemente, sin hacer ruido alguno, en la arena del desierto.

"-Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...
Volvió a reír.
-¡Ah!, hombrecito... hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
-Precisamente, será mi regalo... (...) Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
-¿Qué quieres decir?
-Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
-Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír", y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Y volvió a reír".


sábado, 17 de septiembre de 2011

*Escuchando Klara*

Klara, que antes era Clara. De todas las versiones prefiero las en vivo con buena calidad y esta, que tiene buen sonido, armonía e imagen. Chinoy. Muchos no gustan de su voz. Muchos sí. Aquí publico esta canción una vez más, pues no solo me encanta sino que también me alza hacia frescos momentos de lucidez. Se la dedico a una persona que, a pesar de que no se lo diré, sabrá al instante que es así cuando lea, vea y escuche esto. No es del todo por la letra, sino por lo que significa tener esta canción como gusto en común. Buena poesía, guitarra y... bueno, la voz se puede discutir igual, pero el motivo y la emoción son grandes. Klara.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

*(Sin Título) I*

Te contemplo. Estás frente a mí con la sonrisa de siempre, contándome los muchos sucesos que interrumpieron tu quehacer diario entre el mes pasado y nuestro ahora. Me cuentas cómo se ha paseado tu vida desde entonces sin mi compañía, sin mis tonteras. Nos damos cuenta de que tenemos poco en los bolsillos que compartir en común desde hace tiempo y solo rememoramos enérgicos aquellos momentos deslumbrantes de un ayer simbólico, instantes de un tiempo poco invertido en construir juntos pero intensamente significados por ambos. Tú y yo. Los asuntos propios pasan la cuenta luego y los intereses terminan siendo muy chuecos, pero qué más da. Me cuentas y cuentas para hacerme parte de tus días, pues es el gran momento en nuestros encuentros en donde enlazamos las proyecciones y distinciones en una complicidad aventurera, divertida, con la cual terminamos conociéndonos aún más. Y entonces te respondo y te comparto mis locuras, y tú me comentas, muy tierna, con abrazos y risas. Ahí sigues tú, parada frente a mí, iniciando nuevas historias; y yo, ahora, continúo guiando el vaivén de nuestros pasos, libres caminantes por el centro. De pronto me tomas del brazo y seguimos avanzando hacia los suspiros más altos en los cerros, esos recurrentemente olvidados e imaginados por muchos en los románticos parajes del puerto. Ahora me llevas, mientras yo te cuento, y nos miramos, y nos reímos, y a veces huimos como dos estúpidos seres humanos que disfrutan sencillamente una independencia del quehacer en sus vidas. Qué pura idea. Una plaza, un viejo edificio y un eterno solitario mar nos abren las puertas como en cada reencuentro para recordarnos que hay que hacer las paces, que hay que poner al día nuestros días y que los nuevos segundos del ahora se volverán mañana nuevas deslumbrantes que alimentarán el motivo mutuo por reencontrarnos otra vez. Sí, una, y otra, y otra, y otra vez.
Ahí estás, caminando a mí lado, sabiendo que pronto tendrás que marcharte. Otra vez. Ya nos hemos apartado antes, en días lejanos pero nunca olvidados. Ya nos hemos ido, sí. Pero igual hemos vuelto…

viernes, 9 de septiembre de 2011

*Brothers*

Hoy me acordé de ti Jesús. No de aquel Jesús, si no de ti. Y pensé y sentí mucho. Pensé y sentí sólo con esta melodía de fondo acompañándome. Brothers. Desde hace años que vinculo esta canción con un gran amigo mio llamado Joel (puros nombres bíblicos, a propósito), con el cual logré construir grandes significados, momentos y recuerdos. Él ama la música. Juntos descubrimos esta melodía melancólica de una historia poco contada. Y hoy, sin el mínimo ánimo de comparar, las coincidencias de mi vida me han hecho vincular esta canción contigo. Con el Jesús de siempre. Sólo lo sentí así. Quizás sea la belleza de la canción o su título sensiblemente característico. No lo sé muy bien. Pero sé que amas la música y sé que le encontrarás un significado y un momento íntimo a ella. Ahora me recordará a ti también, porque fue la melodía con la cual quise acompañarte un momento en esta fría noche. Sé que lo entendiste. Sé que la escuchaste. Sé que la recordarás, porque pude comprobarlo minutos después de despedirme de ti, al dejarte el link de la canción y cerrar finalmente MSN. Pues luego de lavarme los dientes y ponerme mi pijama rayado dispuesto a acostarme, volví a mirar la pantalla aún encendida del PC con la página abierta de facebook y observé plasmada allí, en tu muro, junto al link de la canción referida, una palabra que decía simple y complejamente: gracias. Jesús, hoy escribo de ti aquí. Pronto apagaré las luces.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

*Reflexión: Diversidad sexual*

        Estimado Director, estimados todos:

Se puede cuestionar la democracia e incluso no creer en ella, siendo esto válido, pero en lo concreto en Chile todos bailamos bajo el ritmo de la misma danza: el paradigma democrático liberal. Por ende, corresponde dar respuestas a la mayoría de las partes. Y he ahí la cuestión. El matrimonio homosexual debiera ser aceptado por ser parte de los intereses, emociones y proyecciones sinceras de muchos ciudadanos. Sí, muchos. La diversidad sexual seguirá aparentemente siendo una minoría para la población mientras los esquemas sociales-legales no le permitan un espacio para evidenciarla con tranquilidad. No obstante, pese a creer que este paso es esencial para generar mayores discusiones y abrir nuevas posibilidades de comprensión y perspectiva sobre el asunto social y sexual de la diversidad, no creo que sea el último gran paso en este proceso de aceptación. Más bien sería el inicial dentro de una complejidad profunda.
Creo que proyectarse con otro ser humano, siendo esta una opción y no un deber vital, no debiera desembocar inevitablemente en un matrimonio, en un par de hijos, ni tampoco sólo en una unión macho-hembra. Esas son opciones entre otras. El carácter común y correcto que le imprimimos generalmente a esos requisitos de norma social corresponde nada más que a la costumbre de una construcción cultural de peso histórico complejo (que no indagaremos aquí) que debemos comprender para posteriormente transformar. Si no somos conscientes de que tras la moralidad del presente se encuentran procesos históricos de siglos y siglos, no entenderemos que los valores y la institucionalidad actuales no son absolutos, ni permanentes, ni intocables. Ni tampoco divinos. Si no hacemos un esfuerzo por comprender con mayor profundidad nuestra realidad social, no contribuiremos con verdaderos cambios más allá del simple acomodo de la tradición a las nuevas tendencias sociales. Los cambios deben llegar al fondo del asunto, y no solo ser prácticas decisiones y estrategias políticas o respuestas populares a las nuevas tendencias modernas.
Dicho esto, las exigencias legales acerca de la diversidad sexual en Chile no deberían buscar sólo asemejarse al modelo heterosexual de relacionarse o de conformar familia. Debiera entenderse esto como una opción y no como un único camino. La libertad sexual no es ganarse el derecho heterosexual, sino que es tener la libre opción de “optar” a ello como también a otras formas de convivir, de actuar, de pensar. En el fondo, aceptar y comprender la libertad sexual creo que es mucho más que pensar solo en el matrimonio gay.
Sin embargo, pese a que en Chile pareciera faltar la discusión necesaria en torno al tema de la diversidad sexual en la población como para optar a un cambio de fondo, su práctica legalizada sí generará la ansiada conciencia. Ocurrirá en el largo plazo, y esa misma conciencia impulsará nuevas discusiones y escenarios complejos. Ese es el desafío de todos. No solo de hoy, sino de mañana. Esa es la importancia de legislar sobre esto.
En este sentido, el matrimonio gay sería el primer paso en lo concreto que nos guiaría a una mayor discusión del tema en el pensamiento para el futuro. Que no se llegue a pensar que es insuficiente, pues se estaría cayendo en el error de pensar que estos avances sociales no repercuten en nada. Y además, se estaría ignorando que esto es un proceso, no de un día, no de una ley. Sino de años...

PS: El artículo “¡No se confunda, la homosexualidad es una anomalía!” de Teresa Marinovic, publicado el 30 de Junio del presente año en su blog personal (http://teremarinovic.blogspot.com) es una clara muestra de que, aún con la notable preparación académica, la cegada tradición sigue muy presente. Es un ejemplo de que la diversidad sexual sigue observándose desde la exclusión, desde la superficialidad, sin ir a la filosófica comprensión de fondo. Marinovic, licenciada en filosofía, cree que es un “estilo de vida”, pero no entiende que es simplemente una forma de sentir aquella.

Javier Cortés Echeverría. Estudiante de Licenciatura en Educación con mención en Historia y Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica, en la UMCE, ex Pedagógico de Chile. Carta escrita en Julio del presente año...


martes, 6 de septiembre de 2011

*Un duende mirando en casa*

Sigur Rós es una banda musical originaria de Islandia. El nombre de la banda significa en español algo así como "Rosa de la Victoria", en honor al nombre de la hija de uno de los miembros de la agrupación. Se caracterizan por sus melodías que mezclan rock, clásica e incluso instrumentos únicos de composición propia. El vocalista, pese a interpretar canciones en su idioma, utiliza mucho uno inventado por ellos mismos catalogado como Volenska (o Hopelandic para nosotros) con el cual buscan convertir la voz en un instrumento más sensible, abierto y acorde a la melodía reproducida por todos. Si bien son palabras extrañas, tanto más para nosotros que para los islandeses, se transmite muy bien la pureza de esas bellas melodías.
En el 2007 publicaron el filme Heima (En casa), el cual tuve la oportunidad de ver durante la segunda mitad del 2008. La cinta es un documental musical filmado a lo largo de dos semanas mientras la agrupación realizaba conciertos gratuitos a lo largo de su país. En él se muestra lo que hay más allá de los escenarios, en la familiaridad de las personas y del paisaje, y en lo que se puede generar en sus frías y cálidas tierras islandesas. Heima es un deleite musical y visual que recomiendo a todo quien guste de la banda o bien a todo quien quiera conocer una experiencia única en Islandia. Los dejo con un bello vídeo no oficial de la banda, hecho por un fan y dedicado a la naturaleza, a una madre y, por qué no también, a un hogar. La canción se llama Starálfur y se traduciría como "Un elfo mirando". Pero para evitar confusiones icónicas con la obra de Tolkien lo traduje al nombre con el cual se conoce popularmente a esas entidades acá: como un duende.


Si quieren ver el documental y no lo encuentran, me dicen y los ayudo.

domingo, 28 de agosto de 2011

*Trozos: Sputnik, mi Amor*

Él amaba a Sumire. Pero un día Sumire simplemente desapareció.

"Quizás todas las cosas ya estén perdidas de antemano secretamente en algún lugar remoto. Al menos existe un lugar tranquilo donde todas las cosas van fundiéndose, unas sobre otras, hasta conformar una única imagen. A medida que vamos viviendo no hacemos más que descubrir, una tras otra, como si tirásemos de un hilo muy fino, esas coincidencias. Cerré los ojos e intenté recordar el mayor número de cosas bellas perdidas. Intenté retenerlas en mi mano. Aunque solo fuera un instante.

Sueño. A veces pienso que es la única acción correcta que puedo hacer. Soñar, vivir en el mundo de los sueños... Tal como escribió Sumire. Pero no dura mucho. La vigilia siempre acaba  apoderándose de mí.
Me despierto a las tres de la madrugada, enciendo la luz, me incorporo sobre la cama y contemplo el teléfono a la cabecera. Imagino a Sumire en una cabina encendiendo un cigarrillo y marcando mi número de teléfono. Su pelo está alborotado, lleva una chaqueta masculina de tweed demasiado grande, los calcetines de diferente par. Frunce el entrecejo, de vez en cuando se sofoca con el humo del cigarrillo. Tarda tiempo en marcar correctamente mi número hasta el final. Pero su cabeza está llena de cosas que tiene que decirme. Puede que esté hablándome hasta que amanezca y ni siquiera entonces acabe. Por ejemplo, de la diferencia entre "signo" y "símbolo". El teléfono parece que vaya sonar de un momento a otro. Pero no suena. Y yo, todavía acostado, me quedo eternamente mirando un aparato que continúa en silencio".

Haruki Murakami. Sputnik, mi amor.