domingo, 28 de agosto de 2011

*Trozos: Sputnik, mi Amor*

Él amaba a Sumire. Pero un día Sumire simplemente desapareció.

"Quizás todas las cosas ya estén perdidas de antemano secretamente en algún lugar remoto. Al menos existe un lugar tranquilo donde todas las cosas van fundiéndose, unas sobre otras, hasta conformar una única imagen. A medida que vamos viviendo no hacemos más que descubrir, una tras otra, como si tirásemos de un hilo muy fino, esas coincidencias. Cerré los ojos e intenté recordar el mayor número de cosas bellas perdidas. Intenté retenerlas en mi mano. Aunque solo fuera un instante.

Sueño. A veces pienso que es la única acción correcta que puedo hacer. Soñar, vivir en el mundo de los sueños... Tal como escribió Sumire. Pero no dura mucho. La vigilia siempre acaba  apoderándose de mí.
Me despierto a las tres de la madrugada, enciendo la luz, me incorporo sobre la cama y contemplo el teléfono a la cabecera. Imagino a Sumire en una cabina encendiendo un cigarrillo y marcando mi número de teléfono. Su pelo está alborotado, lleva una chaqueta masculina de tweed demasiado grande, los calcetines de diferente par. Frunce el entrecejo, de vez en cuando se sofoca con el humo del cigarrillo. Tarda tiempo en marcar correctamente mi número hasta el final. Pero su cabeza está llena de cosas que tiene que decirme. Puede que esté hablándome hasta que amanezca y ni siquiera entonces acabe. Por ejemplo, de la diferencia entre "signo" y "símbolo". El teléfono parece que vaya sonar de un momento a otro. Pero no suena. Y yo, todavía acostado, me quedo eternamente mirando un aparato que continúa en silencio".

Haruki Murakami. Sputnik, mi amor.


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