Te contemplo. Estás frente a mí con la sonrisa de siempre, contándome los muchos sucesos que interrumpieron tu quehacer diario entre el mes pasado y nuestro ahora. Me cuentas cómo se ha paseado tu vida desde entonces sin mi compañía, sin mis tonteras. Nos damos cuenta de que tenemos poco en los bolsillos que compartir en común desde hace tiempo y solo rememoramos enérgicos aquellos momentos deslumbrantes de un ayer simbólico, instantes de un tiempo poco invertido en construir juntos pero intensamente significados por ambos. Tú y yo. Los asuntos propios pasan la cuenta luego y los intereses terminan siendo muy chuecos, pero qué más da. Me cuentas y cuentas para hacerme parte de tus días, pues es el gran momento en nuestros encuentros en donde enlazamos las proyecciones y distinciones en una complicidad aventurera, divertida, con la cual terminamos conociéndonos aún más. Y entonces te respondo y te comparto mis locuras, y tú me comentas, muy tierna, con abrazos y risas. Ahí sigues tú, parada frente a mí, iniciando nuevas historias; y yo, ahora, continúo guiando el vaivén de nuestros pasos, libres caminantes por el centro. De pronto me tomas del brazo y seguimos avanzando hacia los suspiros más altos en los cerros, esos recurrentemente olvidados e imaginados por muchos en los románticos parajes del puerto. Ahora me llevas, mientras yo te cuento, y nos miramos, y nos reímos, y a veces huimos como dos estúpidos seres humanos que disfrutan sencillamente una independencia del quehacer en sus vidas. Qué pura idea. Una plaza, un viejo edificio y un eterno solitario mar nos abren las puertas como en cada reencuentro para recordarnos que hay que hacer las paces, que hay que poner al día nuestros días y que los nuevos segundos del ahora se volverán mañana nuevas deslumbrantes que alimentarán el motivo mutuo por reencontrarnos otra vez. Sí, una, y otra, y otra, y otra vez.
Ahí estás, caminando a mí lado, sabiendo que pronto tendrás que marcharte. Otra vez. Ya nos hemos apartado antes, en días lejanos pero nunca olvidados. Ya nos hemos ido, sí. Pero igual hemos vuelto…
Uh, este me gustó. Esta boni. Así dan ganas de hacer las pases con la gente que viene y se encuentra y se va y vuelve.
ResponderEliminarUn abrazo :)